Desde el nacimiento, nos empezamos a exponer a diferentes sustancias del medio ambiente y nuestro cuerpo empieza a tener contacto con ellas. A medida que pasan los días, nuestro sistema de defensa también llamado sistema inmune, empieza a desarrollarse y a reconocer cada una de estas sustancias con el fin de atacar aquellas que son dañinas para nosotros.
Hay un grupo de personas cuyo sistema inmune reacciona de forma exagerada a sustancias que en condiciones normales para el cuerpo son inofensivas como los ácaros de polvo, polen, caspa de animales y algunos alimentos. Estas sustancias cuando generan una reacción se conocen como alérgenos. Una persona alérgica que entra en contacto con estas sustancias, inicialmente crea una memoria interna (o sensibilización).
Esta memoria será la responsable de que ante una nueva exposición al alérgeno, el cuerpo reaccione produciendo diversos síntomas. Estos alérgenos causantes de los síntomas producidos varían en cada quien, por lo que algunas personas pueden presentar síntomas nasales con los ácaros, mientras que otros lo harán al estar cerca de los perros.
Para que una persona que es alérgica reaccione, es indispensable que entre en contacto con el alérgeno. Una vez esto se produce se desencadenan una serie de reacciones del sistema inmune de variada intensidad, produciendo síntomas que pueden ser muy variados, y dependerán en gran medida de la persona, por ejemplo: síntomas de estornudos, congestión, picor, lagrimeo ocular, ahogo, tos, hinchazón de los labios o de la piel, diarrea entre otros síntomas.